s una de las películas más esperadas del año por la técnica de animación utilizada por el director mexicano y el también ganador del Óscar, la leyenda del stop-motion, Mark Gustafson. Desde hoy se puede ver en Netflix.
Pinocho, de Guillermo del Toro, ya se puede ver por Netflix. FOTO: CORTESÍA
Pinocho es el proyecto más personal del director mexicano Guillermo del Toro y con ese muñeco de madera que anima en stop-motion (aparentar el movimiento de objetos estáticos por medio de una serie de imágenes fijas sucesivas) se le ha visto en todas partes. Lo lleva a dónde va. Del Toro reimagina la clásica historia de Carlo Collodi y la vuelve arte en esta nueva película.
Para Del Toro, Pinocho, es además un retrato de la muerte “como un ente necesario, hermoso y profundo”, según explicó el director mexicano en una entrevista con EFE.
“Era fundamental que la vida y la muerte fueran hermanas y tuvieran un diálogo a través de Pinocho (…) la vida sin la muerte no tiene sentido, si algo no acaba, nunca empezó“, comentó el dos veces ganador al Óscar.
Su Pinocho El “Pinocchio” (nombre en inglés) del director tapatío presenta una historia luminosa que explora desde la sabiduría de la inocencia temas como la aceptación a lo diferente, el procesamiento de la pérdida y la responsabilidad paternal.
Su “interesante” relación con su padre y los errores que él mismo cometió con sus hijas en su afán por no repetir la misma historia, toman parte en la producción que este viernes llega a la plataforma por streaming después de haber circulado en salas de cines selectas.
“Es un poco un acto de contrición, de justicia, de cariño a lo complejo que es la paternidad en cualquiera de sus formas, es muy difícil y hermosa cuando te duele, cuando entiendes, cuando escuchas, cuando miras, y es terrible cuando no lo haces”, dice el creador.
Guillermo expande esta idea de la filiación al presentar símbolos como la iglesia en donde se adora a Jesucristo, la muerte del padre de uno de los personajes, o la aparición del dictador italiano Benito Mussolini.
“Una forma terrible de paternidad es el fascismo, la imagen paterna del hombre fuerte, del líder intransigente y autoritario, me parecía aterradora”, comentó Del Toro, quien situó la película en la Segunda Guerra Mundial.
Dicho contexto, planta en la trama otra dualidad con la que le interesaba trabajar, que tenía que ver con la realidad y la fantasía.
Pues comenta que la decisión de tener pocos personajes mágicos, incrementaba el contraste entre ambos mundos.
El cineasta, que se ha caracterizado por su incansable lucha para promover la cultura en su país, realizó en México una pequeña parte del filme para impulsar la animación y apoyar el talento de directores locales como René Castillo, Luis Téllez, Rita Basulto, entre otros.
Sobre la técnica
A los ocho años Guillermo del Toro comenzó a filmar sus propias películas de stop-motion amateur usando sus juguetes y una cámara Super 8 que pertenecía a su padre. Cuando era adolescente, comenzó a dar clases de plastilina y, en el proceso, se le ocurrió una idea que se convertiría en realidad cuatro décadas después, cuando montó una ambiciosa adaptación de un cuento clásico sobre, entre todas las cosas, una marioneta que cobra vida.
“Solía enseñar stop-motion y uno de los muchachos de la clase era infinitamente mejor que yo en la animación, así que me asocié con él y le dije: ‘¿Por qué no animas y yo propongo las ideas?’ ”, recuerda Del Toro. “Fue por esa época que pensé por primera vez en hacer a Pinocho en stop motion, pero sería más como Frankenstein, sobre un personaje arrojado al mundo como una pizarra en blanco para descubrir quién es, qué está haciendo en este mundo y por qué existe”, dijo en las notas de prensa.
En una entrevista reciente que el director mantuvo con el presentador estadounidense Jimmy Fallon, habló de la importancia que tuvo su madre en el filme, quien falleció días antes del estreno de la pieza en el Festival de Cine de Londres.
Del Toro detalló que el filme de Disney fue una de las primeras películas que vio a su lado y que desde entonces ella se dedicó a regalarle figuras de madera del personaje infantil.
En entrevista con EFE, el autor de “El laberinto del fauno” (2006) se sinceró al decir que aún no se sentía listo para hablar sobre el efecto que el filme había tenido en su proceso de duelo.
Guillermo se recuerda a sí mismo como un niño serio y retraído y disfruta de la posibilidad que le ha traído su vocación de experimentar en la adultez, la infancia que le hubiera gustado tener.